Era claro que aquel traje nada tenia de atractivo ni práctico, y no difería mucho de la antigua costumbre, de meterse en el agua, hombres y mujeres, completamente vestidos. Mediado del siglo XIX, hacia 1855, el periódico londinense The Times dedicaba varias columnas a mediar en la controversia suscitada en torno al escándalo que suponía el traje de baño. Torció en la polémica un tal doctor J. Henry Bennet, quien al regresar de unas vacaciones en Biarritz se mostraba entusiasmado con lo que había visto en aquellas playas, la novedad del traje de baño francés. Escribió: ""amas y caballeros visten trajes de baños con la misma naturalidad que se visten los vestidos de noche para ir a una soirée. El de las señoras consiste en una especie de calzón de lana, y una blusa de color negro que les baja hasta mas abajo de la rodilla, y se sujeta con un cinturón de cuero.
Los caballeros llevan una especie de traje de marinero listado.". A partir de 1880 comenzó a utilizarse la llamada "maquina de baño", artefacto que se deslizaba, con la bañista dentro, provista del llamado capuchón de modestia, hacia el interior del mar mediante una rampa. Dentro de aquel cajón rodante de vestían y desvestían los bañistas.
En vísperas de la primera guerra mundial empezó a ponerse de moda el bañador ceñido, de una sola pieza. Tenía mangas, estaba previsto de falda y llegaba hasta las rodillas. La prenda fue posible gracias a los experimentos textiles del danés Jantzen, apellido que luego se convirtió en sinónimo del bañador elástico por él diseñado y creado. Este bañador daría lugar, ya en 1930, al famoso dos piezas, bañador sin espalda, con tirantes muy delgados. Pero en el terreno de los bañadores, el gran salto se dio pasada la segunda guerra mundial, en 1946. Aquel año, el diseñador francés Louis Réard preparaba en su taller parisino un particular pase de modelos.
Maquina de Baño |
pruebas y explosiones nucleares que se realizaban en el atolón del archipiélago de las islas Bikini, en el Pacífico. Réard convocó a su modelo, una bailarina profesional de casino de París, Micheline Bernardini, ya que las modelos profesionales no habían querido presentar prenda tan descocada, y como le preguntara, previo al pase, como podrían llamar a la nueva prenda, la Bernardini contestó sin titubear:
"Señor Réard, su bañador va a ser más explosivo que la bomba de Bikini". Réard quedó con aquella ingeniosa salida de su improvisada modelo, y decidió presentar su bañador con aquel nombre que tan popular iba a hacerse poco después.
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