lunes, 3 de enero de 2011

OLIMPIADAS DE BERLIN 1936

La elección de la sede no fue polémica. Sin embargo, tras la subida de Hitler al poder, hubo propuestas de boicot e incluso intentos de organizar olimpiadas alternativas. Al mismo tiempo, el gobierno alemán llevó a cabo una campaña diplomática intentando captar la simpatía de dignatarios extranjeros que visitaron el país durante los juegos.

El Comité Olímpico Internacional atribuyó la organización de los Juegos Olímpicos de Verano a Berlín durante su congreso en Barcelona en el año 1931. La otra ciudad candidata para acoger la celebración era precisamente la ciudad condal. En aquella época, se comenzaba eligiendo la ciudad que organizaría los juegos de verano y luego, el comité olímpico nacional elegía el lugar de celebración de los juegos de invierno. Los Juegos Olímpicos de Invierno de 1924 y 1932 se celebraron en el mismo país en el que tuvo lugar la celebración de los juegos de verano. Fue por este motivo que el Comité Olímpico Alemán eligió las ciudades de Garmisch-Partenkirchen para acoger las competiciones invernales.

La elección de Alemania tuvo una carga política considerable debido a que devolvía la celebración de las grandes competiciones deportivas al país tras la Primera Guerra Mundial. Además de eso, los Juegos Olímpicos de 1916, que tuvieron que ser cancelados por la Gran Guerra iban a celebrarse en Berlín.

Hitler y el NSDAP fueron elegidos en las elecciones de 1933. Pocos meses después, diversos miembros de comités olímpicos nacionales comenzaron a preguntarse si sería éticamente correcto participar en unos juegos organizados por el régimen NacionalSocialista. De hecho, habiendo confirmado su retórica antes de ser elegidos para formar gobierno, los nazis rápidamente (a partir de abril de 1933) instauraron una política de segregación racial en el deporte así como en otros aspectos de la vida social. Los judíos, en particular, fueron expulsados sistemáticamente de los clubes y federaciones deportivas, y tenían prohibido entrar en las instalaciones deportivas.

En Estados Unidos, el presidente del comité olímpico nacional, Avery Brundage, fue el primero en apostar por retirarle la organización de los juegos a Alemania, abogando porque se organizaran en otro país.

Brundage estaba particularmente preocupado por las restricciones a la actividad deportiva de los judíos en Alemania. En su opinión, los fundamentos del Espíritu Olímpico dejarían de estar vigente si los países decidiesen quién puede participar en función de criterios sociales, religiosos o raciales. No obstante, tras una visita a Alemania, Brundage declaró: "Los judíos alemanes estaban siendo bien tratados y que los juegos debían tener lugar como estaba previsto.

Brundage, que asumía una responsabilidad particular, debido a que la delegación estadounidense era tradicionalmente la más numerosa, se manifestaría en ocasiones posteriores en contra de un posible boicot. Incluso llegó a afirmar la existencia de una conspiración judeo-comunista contra la participación de los Estados Unidos en los juegos.

Del lado de los partidarios del boicot, uno de los más activos era Jeremiah Mahoney, presidente de la Federación Estadounidense de Atletismo.

Mahoney esgrimía que Alemania había quebrado el Espíritu Olímpico al imponer discriminaciones raciales y religiosas; participar, según él, implicaba apoyar a Hitler. Las llamadas al boicot de Mahoney fueron particularmente escuchadas por la comunidad católica de Estados Unidos. Ernst Lee Jahncke, otro de los activistas favorables al boicot fue expulsado de Comité Olímpico Internacional por manifestarse en contra de la participación de Estados Unidos en los juegos.

Las propuestas de boicot fueron también vivamente discutidas en otros países, especialmente en el Reino Unido, Francia, Suecia, Checoslovaquia y en Holanda. Los alemanes exiliados por motivos políticos también se manifestaron a favor del boicot. No obstante, con la excepción de España(que acababa de entrar en guerra), todos estos países terminarían por participar, pese a que atletas, tanto judíos como no judíos, de varias delegaciones se negaran a asistir(se negaron, pero se les permitía asistir).

Los partidarios del boicot comenzaron a organizar unos juegos olímpicos alternativos (las llamadas Olimpiadas Populares) que debían celebrarse en Barcelona en 1936. La elección de la ciudad española se debió a que había sido la candidata derrotada frente a Berlín en la decisión del Comité Olímpico Internacional. Sin embargo, esta iniciativa tuvo que ser anulada pocos días antes del comienzo del evento deportivo debido al estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936.

Paises que participaron en las olimpiadas:

Alemania Canadá Finlandia Luxemburgo Rumania

Sudáfrica Chile Francia Malta Suecia

Afganistán China Grecia México Suiza

Argentina Colombia Hungría Mónaco Turquía

Australia Costa Rica Islandia Nueva Zelanda Uruguay

Austria Checoslovaquia India Noruega

Bélgica Dinamarca Italia Países Bajos

Bermuda Egipto Japón Perú

Bolivia Estados Unidos Yugoslavia Polonia

Brasil Estonia Letonia Portugal

Bulgaria Filipinas Liechtenstein Reino Unido
 
Durante los juegos y en los meses previos, era necesario mostrar a los millares de visitantes todo lo que el país y especialmente el régimen tenían de bueno. De esta forma, las sucesivas campañas antisemitas, que habían sido constantes desde la llegada al poder de Hitler, fueron suprimidas. La violencia contra la comunidad judaica, particularmente visible en el verano del año anterior, casi desapareció. Los avisos prohibiendo o disuadiendo la presencia de judíos, que eran frecuentes en la entrada de muchas localidades y barrios (Juden sind nicht erwünscht - Los judíos no son deseados), u otros carteles de tenor semejante y dudoso gusto, fueron retirados por orden del Führer (tras la petición del conde Henri Baillet-Latour, el belga que presidía el Comité Olímpico Internacional), en Febrero de 1936, inmediatamente antes de la inauguración de los juegos de invierno. Además de eso, Alemania aceptó incluir en su delegación una espadachina de esgrima de origen judío: Helene Mayer, que lograría una medalla de plata.

Los proyectos iniciales del nuevo estadio habían sido encargados al arquitecto Werner March. El estado sustituyó al Estadio Alemán (Deutsche Stadion) diseñado por Otto March (padre de Werner March) y construido entre 1912 y 1913 para ser sede de los Juegos Olímpicos de Verano de 1916, que terminaron por no celebrarse debido a la Primera Guerra Mundial.

Los proyectos de Werner March fueron rechazados por el propio Hitler durante su construcción; Hitler exigía que el estadio fuese el mayor de todos los que se habían construido en el mundo. Por supuesto tenía que ser considerablemente mayor que el estadio de los Juegos Olímpicos de 1932 en Los Ángeles. Hitler nunca dejaría de quejarse durante las obras por la alegada pequeñez del proyecto.

Toda la ciudad de Berlín estaba decorada con la swastik cuando la llama olímpica llegó a la ciudad el 1 de agosto de 1936 y los juegos de la XI Olimpiada fueron inaugurados. Sobre el estadio flotaba el enorme dirigible Hindenburg, sobre el cual estaba suspendida la bandera olímpica. Durante la ceremonia inaugural, el estadio tenía más espectadores de los 110.000 de aforo, mientras que en el exterior, un millón de personas se colocó en las calles para ver el desfile de coches que transportaba al Führer y demás personalidades del régimen invitados a la ceremonia.

Una orquesta de treinta trompetas saludó a Hitler cuando éste entró en el estadio. Richard Strauss dirigió un coro de 3.000 personas que entonaron el himno alemán "Deutschland, Deutschland über Alles", y el "Horst-Wessel-Lied", himno del Partido Nazi. Strauss también dirigió a la orquesta que tocó el Himno Olímpico especialmente compuesto para la ocasión.



Muchas de las delegaciones que entraron en el estadio para la ceremonia inaugural practicaron el saludo nazi al pasar por delante del Jefe del Estado. Las delegaciones estadounidense y británica se encontraron entre las pocas que se abstuvieron de llevarlo a cabo. Por todo el estadio se habían dispuesto cámaras fotográficas que captaban aquellos momentos épicos. Leni Riefenstahl, que ya había trabajado para el partido y filmado el congreso de Nuremberg de 1936, filmó la mayor parte de los juegos por encargo del gobierno.

En la fiesta de apertura, la antorcha llegó al estadio cargada por un legítimo representante de la juventud NacionalSocialista. En la ceremonia de apertura, después del himno alemán, 100.000 personas gritaron "Heil Hitler".

Los juegos de verano se celebraron durante dos semanas. Entre los éxitos deportivos de los participantes sobresalían los llevados a cabo por Jesse Owens, ganador de cuatro medallas de oro. Se dice que Hilter evitó felicitar a Owens y a otros medallistas negros, pero la verdad es que no estaba previsto que el Führer saludara a los medallistas. Hitler, efectivamente felicitó a los ganadores de las dos primeras medallas de oro, un finlandés y un alemán, aunque eso no hubiese estado previsto por la organización. Durante el primer día, ya tarde pero aún antes del fin de las pruebas, Hitler abandonó el estadio tras la eliminación de los últimos participantes alemanes en la competición de salto de altura. Deliberadamente o no, su marcha evitó que Hitler tuviese que decidir si felicitar personalmente a Cornelius Johnson y Davis Albritton, ambos afro-americanos que conquistaron las medallas de oro y plata respectivamente.

Hitler asistió a las pruebas deportivas casi todos los días, y fue siempre efusivamente aclamado por la multitud de espectadores. Para su orgullo y contento, los atletas alemanes registraron diversas victorias; Alemania fue el país que ganó más medallas en los juegos de verano y el segundo con más medallistas de los juegos de invierno.

Aprovechando las competiciones deportivas, Hitler y el Partido NacionalSocialista no perdieron la oportunidad de impresionar a los dignatarios extranjeros con demostraciones de hospitalidad extravagante. Joachim von Ribbentrop, al cual Hitler acababa de nombrar embajador en Londres pero que aún no había asumido el cargo, recibió a cientos de invitados extranjeros en cenas de gala en su mansión de Dahlem. Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda, dio una recepción con fuegos artificiales con más de mil invitados, esencialmente extranjeros en Havel (el lago junto a Berlín). Hermann Göring, en la época segundo de a bordo del régimen, sobrepasó a todos con su extravagancia festiva. Henry Channon, un conservador británico miembro de la Casa de los Comunes, se quedó deslumbrado con una recepción ofrecida por Göring para 800 invitados en el ministerio del aire y comentó que nunca había habido una fiesta de ese calibre desde el tiempos de Luis XIV o incluso desde tiempos de Nerón.

La cobertura mediática de los juegos fue intensísima. Hubo más de 3 mil transmisiones radiofónicas para más de 50 países. Sólo en los Estados Unidos; más de cien estaciones de radio transmitieron relatos y reportajes desde Berlín. Los juegos fueron los primeros en ser retransmitidos por televisión.

En total, los juegos de verano recibieron más de cuatro millones de espectadores. William Schirer, un periodista americano y el politólogo judío Victor Klemperer fueron influidos por la eficiencia de la propaganda NacionalSocialista y dejaron relatos de visitantes impresionados por el dinamismo del país y por la alegría y deseo de paz de Alemania. Schirer escribió en sus crónicas: "Creo y recelo bien que los nazis hayan logrado lo mejor con su propaganda. La escala nunca vista de los juegos agradó a los atletas. Además, dejaron muy buena imagen junto a los demás visitantes y especialmente a los hombres de negocios".

Klemperer veía bien que los juegos hubieran sido "antes de nada un acontecimiento político, durante el cual se inculcara a los alemanes y a los extranjeros la unidad en la gloria y el espíritu pacífico del III Reich".

Estos relatos surgieron también en la prensa alemana, donde eran contrastados con las noticias de pillaje y muerte en la España republicana y comunismo, donde la Guerra Civil era inminente.

En contraste con la gran mayoría de los relatos, los diarios del embajador estadounidense William Dodd describen una propaganda que surtirá sus efectos junto con la opinión pública local, pero que desagradaría a los extranjeros. (Dood había apoyado las propuestas de boicot y consideraba que la decisión de participar en los juegos era deplorable).

El fin de los juegos fue el 16 de agosto de 1936.









ALGUNOS VIDEOS DE BERLIN 1936




"Olympia 1936" Leni Riefenstahl




Berlin Reichshauptstadt 1936




1936-08-04 - Bavaria-Tonwoche

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