El Hospital se fundó en 1401, por la fusión de seis hospitales que por aquel entonces existían en Barcelona y que a raíz de la peste de 1348 y la crisis demográfica posterior entraron en una profunda crisis económica. El nombre de la nueva institución fue Hospital de la Santa Creu (Hospital de la Santa Cruz). La MIA (Muy Ilustre Administración) se componía de dos canónigos de la Catedral de Barcelona y dos miembros del Consejo de Ciento (órgano de gobierno de la ciudad de Barcelona). La gestión estaba a cargo de un Prior, que siempre era un sacerdote (en Valencia se llamaba clavario y en Zaragoza Mayordomo). Hasta 1904, fue la principal institución asistencial del principado de Cataluña y, con los hospitales de Gracia de Zaragoza y General de Valencia, las tres piezas clave del dispositivo de acción social de la Corona de Aragón. Situado en el Raval de Barcelona (actualmente el edificio es la sede de la Biblioteca de Catalunya) el crecimiento urbanístico de la ciudad durante el siglo XVIII le rodeó. Si hasta 1714 la hegemonía en la MIA la tuvo el brazo civil, durante el periodo borbónico, hubo una evidente desafección de los concejales en favor de un poder creciente del brazo religioso de la Junta que condujo a percibir lo que era un hospital civil como un hospital religioso. Este hecho motivó que el papel de los médicos fuese subalterno. Los cambios en la formación médica durante el XIX movieron a muchos médicos a efectuar críticas muy acerbas relativas al funcionamiento del Hospital, y a la subordinación del mismo a los intereses religiosos. Por eso, inspecciones municipales como la de 1847 y numerosos escritos en la prensa cuestionan la política asistencial de la institución, y por eso los médicos lucharon porque la facultad de medicina y el hospital universitario se trasladasen a otra institución (el Clínico).
Desde principios del siglo XIX menudean las quejas sobre la vetustez del edificio y la imposibilidad de garantizar su ampliación en un contexto de creciente urbanización y demanda asistencial, así como críticas acerbas ante el modelo de gestión de la institución, defendida por la MIA como de beneficencia particular, de tal manera que Barcelona no dispuso de un hospital de gestión pública hasta la aparición del Clínico. La aplicación de la Ley de Beneficencia de 1849 y del Reglamento de 1852, y sobre todo la desamortización de buena parte de su patrimonio rústico y urbano mediante las leyes de Madoz, pusieron en cuestión la autonomía del Hospital de los poderes públicos y la necesidad de adaptarse a la legislación. Con el objeto de mantener su independencia, la Administración instó su conversión en hospital de beneficencia privada, estatuto que mantuvo hasta los acuerdos entre la MIA y la Generalidad Provisional en 1978 y que supusieron la entrada en la Administración de la Generalidad de Cataluña y el nombramiento por esta del Presidente. Desde entonces, el hospital actúa como proveedor de servicios del Instituto Catalán de la Salud en el marco de la Red Hospitalaria de Utilidad Pública.
La construcción de un nuevo edificio a principios del siglo XX pudo financiarse mediante la donación que había hecho el banquero Pau Gil para construir un hospital que debía gestionar el ayuntamiento de Barcelona u otra institución similar. Su construcción se inició en 1902 y se desarrolló a lo largo de 18 años, durante los cuales las obras quedaron paralizadas por falta de medios y por continuos conflictos derivados del modelo de gestión que practicaba la Administración. El conjunto fue terminado en el año 1930. Para aproximarse a la voluntad del mecenas, se añadió su nombre Pau (Pablo) al del hospital, el cual a partir de entonces se llamó oficialmente Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, si bien en la actualidad se le conoce más popularmente por Hospital de Sant Pau
El conjunto fue proyectado para ocupar una superficie de 9 manzanas del Distrito del Ensanche, en un cuadrado de 300 por 300 metros. Consta de un edificio principal dedicado a la administración, y de 27 pabellones en los que se desarrollan las tareas médicas y de enfermería. Todos los edificios están unidos mediante galerías subterráneas, aptas para el traslado de enfermos. Las instalaciones técnicas se encuentran al aire libre, para facilitar su mantenimiento.
Entre todos los edificios destaca el principal, de la administración, al que se accede por una amplia escalinata. A ambos lados se encuentran las salas de la biblioteca y de la secretaría. En un espacio separado se encuentra la iglesia, que resulta impresionante. Sin embargo, los pabellones son también de gran interés, especialmente por que cada uno de ellos es diferente de los demás.
El arquitecto Domènech tuvo varios artistas que colaboraron con él en el proyecto. Los principales fueron Pablo Gargallo y Eusebi Arnau, que realizaron las numerosas esculturas del conjunto, Francesc Labarta, quien diseñó las pinturas y mosaicos, y Josep Perpinyà, que se hizo cargo de los elementos de hierro forjado.
Con el paso del tiempo la necesidad de ampliación ha vuelto a ponerse de manifiesto, tanto por el número de pacientes, como por los avances tecnológicos de la medicina y por la creciente actividad docente, ya que el hospital tiene hoy en día carácter universitario. Durante la segunda mitad del siglo pasado ya se incorporaron al conjunto algunos nuevos edificios, de los cuales el más importante es el Instituto de Urología (Fundació Puigvert), un hospital privado dedicado íntegramente a esa especialidad.
El hospital fue concebido para disponer de todos los servicios dentro del mismo y de esa manera aislarlo de la ciudad. En el diseño se proyectaron calles, jardines, edificios con suministro de agua, una iglesia y hasta un convento.
La entrada principal está orientada cuarenta y cinco grados respecto la eixample mirando hacia la Sagrada Familia. Se cree que el motivo de esta orientación es que Domènech i Montaner quería aprovechar el viento procedente del mar para ventilar el hospital y salvaguardarlo de enfermedades. También se cree que Montaner orienta la entrada de esta manera para romper con la estructura cuadriculada del distrito del Ensanche, que no le gustaba.
El pabellón de acceso está construido por ladrillo de cara vista como la mayoría del conjunto. Domènech i Montaner utiliza diversos estilos arquitectónicos de una forma magistral y muy ordenada como podemos observar en este pabellón principal donde encontramos elementos góticos, neogóticos, mozárabes y estilos arquitectónicos germánicos como la torre del reloj. Hay dos cifras que indican las fechas de inicio y de finalización de este edificio principal (1905 la fecha de inicio que se representa con la letra griega alfa y, la fecha de finalización, 1910, representada por la letra omega) En la fachada principal se encuentran cuatro esculturas de un joven Pablo Gargallo que representan las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) más una cuarta, la obra, ya que Domènech i Montaner pensaba que el hombre debía demostrar estas tres virtudes mediante sus acciones u obras.
MANICOMIO DE LA SANTA CRUZ
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