De modo sorprendente para su "tonelaje" -el chico nació pesando 2,75 kilos, y de adulto alcanzó los 135 kilos-, Roscoe era ágil en la escena, y demostró habilidad para dar unas graciosas volteretas, un sello personal, además de que se le daba bien cantar, y tenía sentido del humor; lo que no impidió que se impusiera con él el mote de Fatty, que él personalmente odiaba. De hecho, en el trato diario pedía que se le llamara por su nombre de pila, cosa que no siempre lograba, como es de imaginar; y es que aquel sería, muy a su pesar, el nombre artístico con el que sería conocido en todo el mundo.
En 1904 Sydney Grauman lo contrató para cantar en el Unique Theatre. Aquello ya era un trabajo profesional con todas las de la ley. Con la compañía Morosco Burbank viajó a Oriente, a China y Japón, toda una experiencia para un 'paleto' de Kansas, aunque luego se hubiera trasladado a California. Y precisamente acabada la gira, y de vuelta a la costa oeste de EE.UU., surgió la posibilidad de trabajar en el cinematógrafo, actividad que los actores de pro despreciaban, pero que Arbuckle descubriría, podía ser muy satisfactoria.
Mack Sennett |
Arbuckle concebía sus propios gags, y tenía a gala no basarlos en su gordura, o no directamente al menos. No había en sus filmes bromas acerca de un personaje que rompe sillas o se queda atascado en puertas, sino que más bien lo que llamaba la atención era lo ágilmente que se movía pese a sus abundantes kilos.
Y la gente lo adoraba... hasta una noche aciaga de 1921, en que una joven de dudosa reputación, Virginia Rappe, acudió a una juerga en la suite del actor, a la que asistía un grupito de gente. La mujer murió de una peritonitis, y el actor sería acusado de violación y homicidio involuntario. Por tres juicios pasó el actor, y aunque fue finalmente absuelto, el daño a su carrera estaba hecho.
VIRGINIA RAPPE |
"No creo que haya misión en la tierra mejor, que hacer reír a la gente", había declarado Arbuckle. Contrariamente a lo que podría creerse, el actor se esforzó por seguir en el mundo del cine cumpliendo tal objetivo. Keaton le ayudó, como ya se ha dicho, y firmó un buen puñado de cortos con el seudónimo de William Goodrich. Irónicamente Goodrich dirigió a Marion Davies, la amante de Hearst, en El molino rojo (1927). E incluso parecía que su carrera lograba rehacerse cuando Jack Warner le llamó en 1932 para coprotagonizar junto a la estrella infantil Billy Hayes una serie de cortos donde se podría ver su cara en la pantalla, además de que figuraría su nombre en los créditos. Si Arbuckle habría podido volver a brillar con el fulgor de antaño nunca se sabrá, pues en 1933 murió de un ataque al corazón.
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