Esta estructura de agente secreto que ha de solucionar, por encargo de su organización, asuntos relacionados con la delincuencia, y que le llevan a pasar vicisitudes cómicas, es un claro precedente de la etapa de Mortadelo y Filemón cuando abandonan su Agencia de información y se incorporan a la T.I.A. en 1969.
El autor, Manuel Vázquez, introduce en esta serie elementos de absurdo, rompiendo con las encorsetadas convenciones del cómic al uso, jugando con los marcos de las viñetas o estableciendo conexiones entre el personaje y el lector. La inverosimilitud es una de las mejores bazas, llegando Anacleto a quebrantar la ley de la gravedad cuando cae por una ventana a la calle, etc.
Una de las primeras series que publicó Manuel Vázquez se titulaba Anacleto Pandehigo, en la revista Pulgarcito de 1948. Fue la primera ocasión en la que empleó este nombre.
Pero ya en 1965 apareció nuestro agente, primero también en Pulgarcito y luego en múltiples revistas de la casa (Din Dan, DDT, Gran Pulgarcito, Súper Pulgarcito, Mortadelo...). En 1971 se le hizo su primer libro monográfico, en la colección en cartoné Ases del humor, al que siguieron otros en esta misma colección y en la más modesta Olé.
Anacleto es el personaje más importante de todos cuantos creó Vázquez, desde el punto de vista de la calidad: moderno, personalísimo, súper ingenioso. Quizás Las Hermanas Gilda o La familia Cebolleta queden más grabadas en el imaginario popular, pero con Anacleto su autor llegó a las más altas cimas.
Lamentablemente, Anacleto tampoco se libró, debido a su gran éxito, de las versiones apócrifas. Durante mucho tiempo, el dibujante Sanchís y otros se encargaron de dar vida al agente, tanto en historietas como en portadas, por supuesto con mucha menos gracia que el autor original.
Uno de los escenarios más recurrentes en las historietas de Anacleto es el desierto. Allí llega para solucionar sus casos, casi siempre a pie, y se encuentra con inopinadas peripecias.
Otro personaje habitual es el tiburón, que le persigue sin descanso para devorarlo cuando tiene que hacer alguna travesía a nado por el mar. No hace falta decir que no se lo zampa nunca, aunque en una ocasión Anacleto ha de disputar medio cuerpo propio con el escualo. A veces una explosión o un accidente lleva a Anacleto hasta el cielo, donde lo vemos muerto en forma de ángel. No hay situación con la que Vázquez no cuente para desplegar su humor descacharrante.
La aparición de Anacleto en las páginas de las revistas de Bruguera fue continua desde 1967 -pasando por la época gloriosa de mayor refinamiento estilístico, alrededor de 1970- hasta 1978.
Vázquez, que renegaba habitualmente de toda su producción, sin embargo guardaba un huequecito en su corazón para Anacleto, por el que sí decía sentir “un cariño especial” aunque “se lo fastidiaban”: cuando hacía algún gag que mereciera la pena, se lo apropiaban “otros”.
Siguiendo con la costumbre del autor, que llegó a hacer una serie sobre sí mismo, Vázquez no se libra de aparecer en las historietas de Anacleto. En este caso, se trata del “malvado Vázquez”, contra el que tiene que luchar el agente para evitar que acapare todas las reservas mundiales de bicarbonato. La trasposición de la personalidad el autor a sus historietas seguía evidenciándose en la despreocupación como modo de vida de su personaje, y hasta en su afición por las mujeres, solapada en esas páginas infantiles, pero no ocultada por completo (hecho único en la producción de esa época).
En 1982, Vázquez disocia el nombre de su agente favorito para crear, en la revista Jauja, Los casos de Ana y Cleto, luego también llamados Tita y Nic, para la publicación Garibolo (1986). En 1995 aparece Anacleto dibujado por Vázquez en un fanzine de Granada (Espuma, número 5), en una escena de cama con las mismísimas Hermanas Gilda.
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